viernes, 4 de marzo de 2011

"Los Radley" de Matt Haig


(Reseña previamente publicada en "Melibro")

Cuando vi la portada y la contraportada que Mondadori ha preparado para este libro (especialmente las notas de la cubierta posterior), toda la apariencia fue de tener entre las manos una parodia del género vampírico.

Nada más lejos de la realidad.

En mi caso, la confusión de esa apariencia externa se sumó a la experiencia de haber leído el “Carpe Jugulum” de Terry Pratchett. Así que me dispuse para una buena ración de humor negro inglés sobre los famosos chupasangre. Al llegar a la página 30, ya tenía claro que me había equivocado por completo el género de la obra. Pero una vez comenzado, quería conocer el desenlace de su trama.


¿Cuál es, entonces, la naturaleza de “Los Radley”? Pues se trata más bien de una novela negra en la que los protagonistas son los mismos asesinos. Un trasunto (lejano) de una familia de mafiosos en medio de la campiña inglesa que deben enfrentar las consecuencias de sus pecados pasados.

La trama comienza por la presentación de los cuatro miembros que conforman la familia Radley: Peter, el padre; Helen, la madre; Rowan, el hijo mayor y Clara, la hija. Cada personaje monopoliza capítulos de no más de seis páginas, mediante los cuales se muestra la red de relaciones amor-odio que rodean a cada uno de ellos. Así descubrimos la profunda crisis matrimonial de los padres, el sufrimiento del hijo maltratado por otros alumnos y el extraño malestar que acosa a Clara, vegetariana defensora de los animales. Hasta llegar al punto en que uno de los retoños Radley descubre de un modo sangriento cuál es el secreto que se les ha estado ocultando desde la infancia.

Las 300 páginas posteriores se leen velozmente gracias a la prosa de Haig, sustentado en la tensión del despertar de la sed de sangre (contra la que los padres han luchado durante años, ya que Matt Haig imagina a vampiros capaces de sobrevivir como abstemios), y por el temor a que se descubra el crimen cometido.

Tensión que se centra en Will Radley, hermano del padre y un vampiro que actúa con la instintiva simpleza de un gran depredador. Sólo que sus correrías no son tan fáciles de ocultar en este siglo XXI, y la policía además de tener pruebas contra él querría eliminarlo. Su llegada a la casa de los Radley no sólo exacerbará la tensión en el matrimonio (descubriendo el secreto que Helen le ha estado ocultando a Peter) si no que se convertirá en el espejo en que los padres no desean que se miren sus hijos. Porque Clara y Rowan ocultan un bagaje de odio y represión al que su identidad vampírica parece capaz de darles todas las soluciones. Aunque, eso sí, los conflictos planteados bien podrían sustentar soluciones con mayor intensidad emocional. La crisis matrimonial bien podría estar copiada de cualquier teleserie americana, incluidos algunos de los gags de la vecina que intenta seducir al padre de familia. Will Radley es un depredador que rompe las reglas del anonimato sólo por recuperar el disfrute de la caza (y ese hastío permite al autor justificar, en parte, el comportamiento final del personaje). Clara tiene un primer momento de brillantez que augura su probable seducción por el apetito de la sangre, el cual se diluye sin más (en aras del Happy End, me temo). Rowan obtiene mayor protagonismo al entrelazar los abusos que sufre en el colegio con la trama paterna, pero acaba controlando su instinto (esquivando el conflicto) con la misma facilidad que su hermana. E incluso la presencia de una sombra vengadora, proveniente del pasado de Will, se resuelve de forma bastante neutral.

En resumen el libro se concentra en el dilema de enfrentarse a la naturaleza de cada uno, aprendiendo a controlar sus monstruos internos, a conocerse y aceptarse. Pero no será raro si los paladares literarios más exquisitos quedan insatisfechos por un desenlace que no aprovecha las oportunidades existentes para explorar salidas menos apacibles.



No hay comentarios:

Publicar un comentario