viernes, 16 de septiembre de 2011

Útiles Herramientas para Escribir

Ahora que estoy de nuevo embarcado en la tarea de escribir una novela, y tras la experiencia acumulada con "El Secreto de los Dioses Olvidados" y el primer volumen de "La Tierra Asediada", uno va buscando la manera de ser más productivo. En mi caso, también es la razón para intentar ser aún más organizado y constante (que los milagros, de vez en cuando, ocurren...) Así que he pensado que podía compartir con vosotros dos de las últimas "herramientas" que estoy usando para ayudarme en el proceso de escritura.

La primera, la descubrí hace muchos meses. Y fue en el lugar menos previsible: Deviant Art. Allí, cotilleando entre ilustraciones de artistas muchas veces desconocidos pero talentosos, me topé con algo inesperable. Uno de sus usuarios (con aficiones literarias, imagino) había diseñado una bonita ficha para registrar hasta los detalles más nimios de un personaje. De hecho, creo que resultaría difícil para cualquiera el llegar a completar en su totalidad la enorme cantidad de información que propone su autor. Sin embargo, no deja de ser muy práctica.Y tiene en cuenta un montón de preguntas que, por falta de un momento de pausa, olvidamos hacernos.

Para que le echéis un vistazo y podáis descargarla (además de ver otras obras del autor), pinchad en el enlace.

La segunda de estas "ayudas" es de fabricación casera. Su origen está en mi forma de trabajar la sinópsis: parto de una trama básica más o menos organizada, y luego creo resúmenes capítulo a capítulo desarrollando en profundidad las ideas originales. Como eso solía devenir en una enorme cantidad de folios y hojas de cuaderno sueltas, con ideas que luego tenía que volver a pasar a limpio para no olvidarlas, decidí recientemente que debía crear un documento para hacerme la tarea más fácil.

El resultado fue esta Hoja de Control de Capítulos, que debería servir para controlar el desarrollo de la trama en sus unidades más sencillas.

Un pequeño artículo, pero espero que os sea de gran ayuda a quienes os pasáis por aquí y tenéis afición por la escritura. La próxima entrada traerá de vuelta el terror para continuar narrando la historia de "La Tierra Asediada".

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Haciendo Enemigos


El título de este artículo procede de mi reciente tropiezo con cierta polémica (a mí me parece que podría llamarse así) que, según mi experiencia, impregna el mundillo de los autores noveles. Un debate de posturas encontradas, que forma parte en cierta manera de la definición del genio, más o menos.

Pongámonos en situación: en una red social que no viene al caso, un autor se estaba quejando hace poco de lo anodino que resultaba corregir la obra una vez escrita, y al hacerle notar que esa es la razón de que existan correctores (insistiendo en su labor de localizar "vicios" ortográficos y/o estilísticos), su respuesta consistió en un loable "todos debemos ser conscientes de nuestros errores". Hasta aquí, no habría razón para mi artículo. Pero entonces, alguien se atrevió a comentar que estaba encontrando fallos ortográficos y gramaticales en la obra publicada por el susodicho, provocando una respuesta bastante más airada. Una con la que ya me había cruzado en otras ocasiones y que, con diferencias, viene a expresarse en los siguientes términos:

"Yo leo libros por la historia que me cuentan".

Punto final. Allí acabó cualquier debate. Y, a mi parecer, el propio autor se retractó de todo lo bueno dicho con anterioridad. Dejando a un lado el por qué se cuelan esa clase de fallos en las versiones que llegan al lector, prefiero centrarme en la defensa final de este autor y en la corriente de opinión que representa: lo que cuento es mucho más importante que cómo lo cuento. Y en este punto es donde voy a empezar a ganarme esos enemigos. Porque yo soy contrario a esa forma de pensar, bastante extendida entre los escritores noveles y, según mi experiencia, sobre todo al nivel de foros. No es extraño comentarle a alguien que su texto necesita correcciones y ver que se defiende reclamando la preeminencia de calidad de la "idea" sobre la corrección gramatical u ortográfica. Paradigma que he visto aparecer incluso a la hora de atacar la labor de criba editorial, una postura que, entiendo, a esas personas les servía para establecer que tal práctica estaba cerrando el paso a genios literarios. Una presunción que yo considero, como poco, incoherente.

En primer lugar, desde mi punto de vista personal vería como algo más lógico reconocer o rebatir la validez de los fallos que se achacan a la obra. Pero, como ya he dicho, lo habitual es minusvalorar esa clase de observaciones. Lo cual, en mi opinión, supone lo mismo que rechazarla de plano. Y haciendo eso me llevan a pensar que, o bien realmente no tienen ningún interés por corregir lo que hacen mal, o consideran que "para eso están" los correctores: para hacer que su redacción esté bien escrita. Supongo que los defensores de esta postura podrán presentar argumentos para refutar mis suposiciones. Incluso lo espero. Pero no deja de resultarme extraña esa manera de entender la escritura.

Por supuesto, no le estoy negando a nadie el derecho a poner sobre papel las ideas que le bullen en la cabeza. Sólo quiero demostrar mi rechazo a dar por bueno que la creatividad sea independiente (y superior) del conocimiento de las herramientas con que se expresa ese talento. Salvando las distancias, lo compararía con intentar convencerme de que Verne o Asimov habrían logrado el mismo éxito si sólo hubiesen tenido buenas ideas (y correctores muy dispuestos). Evidentemente, no olvido que todos tenemos la capacidad para aprender y mejorar. Sin ir más lejos, en mis cajones duerme una novela escrita con quince años que ahora me provoca sonrojo. Y la obra que presenté a Edebé, más de diez años atrás, asoma de vez en cuando a mi pila de reescrituras para que le borre todos los fallos de una redacción demasiado apresurada. Y aún así, creo que ambas contienen buenas ideas. Pero no puedo considerarlas como "publicables". Por eso, con cada relato nuevo que escribo y cada recomendación que intento aplicar creo que mejora mi estilo.

Es más, cuando recibo una crítica a mi capacidad para redactar no la ignoro. Sobre todo si el comentario te llega desde diferentes personas. Incluso podría hacer un ejercicio de imaginación e intentar adivinar cuál habría sido el tono de las críticas a lo que escribí después de El Secreto de los Dioses Olvidados si hubiese hecho oídos sordos a quienes me advirtieron de una "ampulosidad innecesaria en el vocabulario"; defecto que, entre mis amistades, ha pasado a calificarse como "Gongorismo". Y esa fue una de las críticas constructivas, porque cuando comenzaron a aparecer las reseñas en blogs y foros no dejaron de señalar los "peros" que cada lector le encontraba. Es obvio que no se puede gustar a todo el mundo, y que tampoco se conseguiría nada intentando hacer caso a cada observación estilística que se recibe. Pero tenerlas en cuenta me parece mejor postura que menospreciarlas.

Al final, y aquí mis enemigos se empezarán a volver acérrimos, puede que todo sea un problema de madurez. Lo que estoy criticando lo he "sufrido" casi siempre en foros, donde uno no sabe si habla con un jubilado, un profesor o un adolescente (y tampoco sueles tener interés por investigarlo). Además la arrogancia, incluso un cierto punto de elitismo snob, parecen intrínsecos a este mundillo. ¿Acaso reconocer esos errores se percibirá por estos autores como una claudicación? ¿Que admitir fallos les harán de menos dentro de la comunidad? ¿O quizá es una forma de defender un estilo propio, contra los que no sabemos apreciarlo? Como ya he dicho, en mi opinión la base estaría en considerar qué es publicable y qué hay que tratar como un buen borrador a trabajar.

Y sólo como colofón, un fragmento de alguien cuya creatividad admiro, a la par que su capacidad para jugar con el lenguaje (con el permiso de Gigamesh, por supuesto).

"La selva desapareció. Ante ellos, una llanura se extendía bajo la brillante luz de la luna, y a unos doscientos metros se alzaba el brocal, alto hasta las rodillas, de un pozo que parecía más ancho que el Coliseo romano. Sobre el centro del pozo pendía una vasta luminosidad que quizá fuera fuego o rocío, y sus masas suavemente brillantes ascendían y bajaban con la lentitud de los ópalos en la miel. Mirando el movimiento de las luces, Shandy comprendió, con un escalofrío en el estómago, que no tenía ni idea de a qué distancia de ellos se encontraban; en un momento dado parecían mariposas de cristal coloreado que brillasen a la luz de la antorcha de Hurwood, al alcance de la mano, pero al siguiente asemejaban a un fenómeno astronómico que tuviera lugar mucho más allá de los dominios del sol y los planetas."

viernes, 2 de septiembre de 2011

Construyendo la Tierra Asediada (III)


Personajes: Argos

Si tuviera que definir cuál es la importancia de Argos dentro de la saga de "La Tierra Asediada", creo que decir "toda" sería la medida justa. Bastó añadirle a la trama para que el universo tomase forma y coherencia propia.

¿De dónde surge Argos? Pues cobró vida en un cuento corto, durante una temporada en la que intenté presentar una recopilación de relatos de temática terrorífica para un concurso. El personaje era inicialmente un híbrido entre Batman y Van Helsing en la era victoriana. La máscara, el uniforme, el conocimiento arcano... hasta su "cruzada" contra los seres sobrenaturales malignos estaba allí. De hecho, una de las ideas contenidas en las escasas páginas del relato (y que luego resultó harto relevante para la trama) fue la de enfocar el renacimiento de la magia bajo el prisma de una plaga.

Pero, centrándonos en Argos, hay que hablar de los detalles con los que acabó de convertirse en el "cazador de espectros". En su cuento corto se presentaba como un personaje decidido, ampliamente conocido y envuelto en un poderoso halo místico. Suficiente para perfilarlo en 1500 palabras, pero apenas una base a la hora de crearle un historial sólido. Aunque, en ese sentido, reconozco haber "hecho trampa": los datos sobre el personaje han consistido en pinceladas precisas pero breves, de manera que el aura de misterio que le rodea no se resquebrajase. Sigue siendo un justiciero independiente, equipado con armas capaces de eliminar a monstruos ancestrales y sumido en el anonimato. Pero también estoy convencido de que justo en esa barrera de enigmas reside gran parte de su atractivo. ¿Cuál es su identidad? ¿De dónde procede? ¿Cómo se convirtió en Argos? Son algunas de las principales preguntas que, poco a poco, deben ir desvelándose en las sucesivas entregas de "La Tierra Asediada". Y que yo mismo me he hecho, para poder conservar la coherencia del personaje y el universo.

Como he dicho, las principales referencias al construir al personaje fueron Batman y Van Helsing (y aquí los cinéfilos deberán perdonarme si confieso que le debe más a la recreación de Hugh Jackman que al clásico de Anthony Hopkins). De hecho el tono épico, unido al ir enmascarado y al frecuente uso de diversos gadgets (cuya creación me ha divertido bastante), le sitúan más cerca del "hombre murciélago". Pero eso no evita que conserve también rastros del detective por excelencia: Sherlock Holmes. La pista más obvia la da su compañero de aventuras: Marko. Pero seguro que los aficionados a Doyle encuentran muchas otras referencias (que prefiero no desvelar ahora para que podáis disfrutar la sorpresa).

Por otro lado, la mayor dificultad en el proceso de dar vida a Argos residió en encontrar sus "debilidades". Al reutilizar extractos de los cuentos cortos que protagonizaba originalmente Marina, el tono de héroe épico sin fisuras de esos relatos impregnó al cazador de espectros. Y como esas primeras escenas correspondían a momentos álgidos de la trama, al revisarlas comenzó a preocuparme que Argos "se me fuera de las manos" con sus hazañas. Si a eso se le añade que, en esta primera novela, desempeña el papel principal de "conocedor de lo oculto" para que el lector conozca los entresijos del mundo paranormal, no tenía más remedio que encontrar la manera de ponerle en aprietos. Lo cual me llevó a poner un especial interés en demostrar que, incluso con los poderes de la máscara, no era invencible. Además, al tono de misterio y terror de la novela le venía mucho mejor que su principal héroe se estuviese enfrentando a una amenaza tangible. Así que, si pensáis que Argos dispone de habilidades formidables, seguro que aún no habéis leído suficiente.

En cualquier caso, puedo asegurar que Argos me ha hecho disfrutar mucho. Tanto al imaginar su pasado como desarrollando los desafíos que deberá enfrentar a lo largo de la saga. Aún no puedo asegurar que es el personaje en cuya piel quisiera verme metido, pero sé que me lo pasaría genial pudiendo estar a su lado.