viernes, 20 de noviembre de 2015

Los "Cuentos Cuánticos" (4)

Una semana más, continuo con el repaso a los cuentos de Ni colorín, ni colorado. Y hoy vuelve a tocarle el turno a la sección de clásicos reelaborados. En este caso, a uno de los más tristes que se me pueden venir a la memoria: El soldadito de plomo, de Hans Christian Andersen.

Mi decisión de trasladar el cuento al género de la novela negra se basó en el mismo razonamiento que utilicé para la mayoría de los demás relatos: ¿qué elementos de su trama son típicos de algún género literario? Y aquí tenía a un héroe con problemas, una artista deslumbrante pero atrapada en una jaula de oro y, sobre todo, a un villano despiadado, dispuesto a cualquier cosa para mantener todo ese mundo (y a la dama) en su poder. Esa idea del tirano que controla con mano de hierro el destino de la bailarina me llevó de forma directa al tópico de los jefes mafiosos de película y a las "pupilas" bajo su protección, actuando en siniestros teatros de vodevil. Y una vez decidido que ese cuento era material de una historia policíaca, sólo restaba lo más "fácil": escribirlo.

Bien es cierto que, tal y como hice con algún otro relato del libro, en este caso reaproveché algo que ya tenía escrito para dar forma a la historia. Pero la tentación era enorme, dado que ese relato previo era un ejercicio de estilo en el que había experimentado con el vocabulario y la naturaleza de la novela negra. Y justo porque estaba planteado bajo la inspiración de las viejas películas de detectives fue por lo que heredó a un narrador protagonista, en la piel del típico antihéroe habituado a moverse por los bajos fondos, que se ha visto involucrado en un asunto muy turbio y peligroso. Quizás por todo ese cúmulo de circunstancias es por lo que, en cierto modo, se puede decir que éste es uno de los pocos relatos de la colección que tiene un final "feliz". Algo que también heredó del manuscrito original, donde un apaleado detective confesaba al lector sus conclusiones sobre el caso que había estado llevando entre manos.

En cuanto a las sugerencias y observaciones de los "lectores beta", reconozco que se reprodujeron los comentarios respecto a las dificultades para reconocer el cuento original (lo cual, en esta ocasión, sí me extrañó, pues las referencias parecían muy claras y evidentes). Aparte, me señalaron también que la multitud de motes entre los gangsters podía dar pie a confusión, e incluso el hecho de que su narrador protagonista tenía ciertas similitudes con el de otro de los relatos. Problemas que fui subsanando en la medida en que me resultó viable sin desviarme de mi visión inicial (la posible dificultad de identificar el cuento, por ejemplo, decidí mantenerla, ya que ese juego de ocultación con el lector había acabado formando parte del conjunto de relatos).

El resultado final me satisfizo, a título personal, porque lo considero un acercamiento bastante acertado a un género, el policíaco, que no suelo transitar en mis narraciones. Por lo tanto, me planteó el reto de "salir de mi zona de confort" creativa. y, como ya he dicho, creo que logré hacerlo de forma exitosa. Y poco más puedo añadir sobre el proceso de escritura de este relato, así que os invito a volver la semana que viene y descubrir qué locuras me pasaron por la cabeza mientras escribía otro de los relatos de Ni colorín, ni colorado

Un saludo.


(Ni colorín, ni colorado se puede adquirir en formato físico o digital en Amazon. Y si vives en Madrid y prefieres echarle un ojo antes, pásate por Generación-X Carranza).


(Aquellos que vayan a leerlo, tengan en cuenta la prescripción facultativa del autor: para disfrutar los relatos, no lean más de dos al día. Igual que las bolsas de caramelos, si se lo tragan de una sentada es posible que se les empache)

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