lunes, 30 de mayo de 2016

Cuentos Dispersos (II)

Ya que este mes ha sido tan escaso en noticias que merecieran redactar un artículo, voy a intentar compensar esa sequía con otra disección de uno de los relatos que he publicado en Facebook (y cumplir así la promesa de que ésta se iba a convertir en una sección fija del blog), y confío en que Junio volverá a tener una actividad normal en cuanto a publicaciones.

MOKU (recuerda que, si no has leído el relato, puedes acceder a él haciendo click en el título)

Es curioso porque, aparte de mi afición a la fantasía, el terror y la ci-fi, se podría decir que también tengo una inclinación natural hacia el drama, o lo melodramático, cuando me planteo historias de ficción "histórica". Y Moku es uno de los ejemplos paradigmáticos de esa tendencia a ver la parte más oscura de nuestra realidad (junto con Maldito primer viaje).

La historia se me ocurrió poco después de ingresar en el grupo de Facebook "Tengo dos minutos. Cuéntame una historia", una propuesta bastante interesante para quienes practican el relato breve (o quieren probar con el formato). El caso es que quise aportar mi granito de arena en el grupo, y me puse a buscar inspiración. Y aunque debo confesar que, en este caso en concreto, no sabría decir de dónde me llegó "la chispa", supongo que no estoy desencaminado si digo que debió ser alguna noticia al respecto de los niños soldados, o algún documental respecto a las guerras en África...

Sea como fuere, decidí enfocar el relato en las horribles condiciones de vida de un niño soldado en África: imaginar el trauma psicológico por el que podría haber pasado, describir esa existencia sin una verdadera infancia, o el endurecimiento mental que les haría asimilar conceptos que son propios de los soldados curtidos, como la cotidianeidad de la muerte. Todo ello mediante un recuento de elementos que, ahora que estoy mirando el cuento con otros ojos, sirve para reducir al propio protagonista de la historia a un número en una ecuación macabra.

El resultado final, por las críticas que me dejaron los lectores del grupo, fue bastante bueno. Como es obvio, no resulta una lectura fácil de digerir; pero la intensidad emocional y el mensaje llegan a la perfección, cumpliendo con su intención principal: remover las entrañas al lector, y hacerle pensar en una tragedia actual (otra de tantas de las que nos hemos acostumbrado a oír noticias e ignorar por completo).

Eso sí (y por desdecirme respecto a lo que comentaba al principio de esta disección), aunque es cierto que, al plantearme historias en nuestra realidad, tiendo a buscar el agitar un poco las conciencias, quien haya leído El muro sabrá que también me gusta recrear esos momentos en que la humanidad hace honor a la palabra. Así que espero que nadie crea que soy un espíritu amargado que vaga por las calles fijándose tan sólo en los peores ejemplos de la naturaleza humana.

Y eso es todo. Por ahora me despido, confiando en poder ofreceros nuevos artículos y noticias a partir de Junio, para mantener un ritmo de publicación más apropiado. Un saludo.