jueves, 17 de febrero de 2011

"Eisenhorn" de Dan Abnett

(Reseña previamente publicada en Melibro)


Publicado originalmente como tres libros independientes (Xenos, Malleus, y Heréticus), creo que este volumen recopilatorio supone una gran inversión para los amantes de la space-opera.

¿Por dónde empezar la reseña? En primer lugar creo que será bueno hacer algunas anotaciones sobre su procedencia. Y es que todo el trasfondo básico del mundo en el que se desarrolla la historia procede de un “wargame” extraordinariamente popular: Warhammer 40.000, un juego con más de 20 años de existencia que, a medida que se ha reelaborado y evolucionado, ha acumulado una riqueza en mundos y personajes comparable con la galaxia Star Wars o la Tierra Media. Esta trilogía, como el resto de sagas publicadas al amparo del juego, se coloca en la categoría de libros pensados para alimentar el ansia de un aficionado al que la “obra madre” ha dejado con ganas de saber más (Star Wars es el ejemplo prototípico de esta tipología). Sin embargo el autor ha tenido aquí mucha más libertad creativa que en otros ejemplos de novelas inspiradas en este universo, puesto que los hechos y los personajes han sido creados específicamente para la saga.


En cuanto a la obra, es imperativo describir la ambientación que le da su razón de ser. Se ha definido como un universo apocalíptico neo-gótico ficticio, pero ese término no termina de explicarlo, la verdad. La premisa inicial es un vasto conjunto de sistemas solares, poblados por docenas de razas en conflicto, con una mezcla dispar de tecnología y poderes sobrenaturales. De hecho, la humanidad (raza protagonista de todo el universo) ha perdido la casi totalidad del conocimiento científico, por lo que la simple reparación de maquinaria se acompaña de plegarias al “espíritu” del artefacto.

En este orden de cosas Eisenhorn se nos presenta como un Inquisidor cuya vida ha sido prolongada artificialmente durante siglos. Su misión consiste en localizar a aquellos corrompidos por la “disformidad”: energías desconocidas, relacionadas con poderes sobrenaturales que incluyen a demonios. A lo largo de la historia descubriremos la naturaleza dictatorial del Imperio Humano, el papel de la Inquisición como policía secreta (íntimamente inspirada en su original medieval) y su continua lucha contra las fuerzas del Caos (personalizadas en criaturas mutantes, brujos, extraterrestres o demonios de varias clases).

Sobre todo, éstas son unas novelas para entretenerse. Los personajes están siempre a un pelo de morir, esquivando el golpe final de sus enemigos, exponiéndose a peligros insospechados, investigando en lugares tenebrosos. Enfrentándose a alienígenas belicosos, demonios indescriptibles o humanos corrompidos por el simple ansia de poder. Y a lo largo de esas aventuras Eisenhorn aparece como un James Bond retrofuturista, que viaja por mundos a cual más exótico apoyado por un nutrido elenco de secundarios a los que queremos y lloraremos al morir. Sin embargo, el punto fuerte de la historia es el hecho de enfrentar al héroe a una amenaza que cada vez resulta más poderosa. Pero no sólo debe combatir a todos esos enemigos, si no que también lucha contra las traiciones internas de la organización a la que ha jurado lealtad (y que está dividida en distintas facciones), y aún más. Para poder llevar a cabo la misión en la que se ha empeñado tendrá que recurrir a métodos terribles, dando pasos hacia la frontera entre el bien y el mal. Hasta que, en un dramático giro final del destino, deberemos decidir si aún se le debe calificar de héroe o hemos estado acompañando a un villano.

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