viernes, 3 de junio de 2016

"El Castillo Ambulante" de Diana Wynne Jones

Como aficionado a la filmografía de Hayao Miyazaki, me resulta complicado plantear esta reseña sin tener también en mente la estupenda película de animación que realizó el Estudio Ghibli en 2005. De hecho, durante la lectura del libro no puede evitar el hacer comparaciones con la historia que yo recordaba del cine. Sin embargo, y aunque ambas versiones comparten gran parte de la trama central, fue un placer descubrir que las variaciones entre una y otra añaden un elemento de sorpresa muy beneficioso a la experiencia.

La base de El Castillo Ambulante es muy sencilla (como corresponde a la novela juvenil que es): Sophie es una joven con una vida un tanto gris, que trabaja haciendo sombreros en la tienda de su difunto padre. Hasta el día en que la Bruja del Páramo se presenta allí y le lanza una maldición que la convierte en una anciana. Eso la lleva a abandonarlo todo y a toparse con el Castillo Ambulante que da título al libro: la peculiar residencia del temible mago Howl, del que dicen que seduce doncellas para devorar sus corazones.

Se suele decir que hay libros cuyas primeras frases nos cautivan para seguir leyendo. En el caso del libro de Wynne Jones, nos dibuja una sonrisa y crea la necesaria empatía con la protagonista para el resto de la narración, con un párrafo inicial que tiene un poco del Mundodisco de Pratchett o de Neil Gaiman:

En el país de Ingary, donde existen cosas tales como las botas de siete leguas y las capas de invisibilidad, ser el mayor de tres hermanos es tener mala pata. Todo el mundo sabe que serás el primero en fracasar, y de la peor forma, si los tres salís en busca de fortuna.
Sophie Hater era la mayor de tres hermanas. Ni siquiera era la hija de un pobre leñador, lo que le habría proporcionado alguna posibilidad de éxito.

Ciertamente, la Sophie que conocemos al inicio del libro está resignada a pensar en pequeños logros. A que sean sus hermanas menores, Lettie y Martha, quienes consigan grandes cosas. Pero eso sólo significa que no aspira a logros deslumbrantes, no que sea una pusilánime. Y quien conozca las películas de Miyazaki, ya sabrá que sus protagonistas suelen tener personajes con la capacidad de enfrentar cualquier desafío que se le plantee. En el caso de Sophie, esa conducta apocada se verá sacudida al recibir la maldición de la Bruja del Páramo: incapaz de permanecer en su hogar con el aspecto de una vieja decrépita, y temiendo que eso le cause un trauma a su madrastra, se marcha con la esperanza de que Lettie pueda ofrecerle una solución, ya que su hermana está siendo adiestrada en la magia (aunque luego descubriremos que la propia Sophie dispone de un talento natural para hacer magia). En ese viaje será en el que se encuentre con el Castillo Ambulante y acabe por conocer al misterioso y aterrador mago Howl en persona.


La trama principal de la historia se forja en este momento. Sophie no puede revelar a nadie que está encantada, pero Calcifer, el demonio de fuego que sirve a Howl, puede ver a través del encantamiento y le promete acabar con la maldición si ella le ayuda a romper el contrato que le une al mago. Y, a partir de entonces, la pobre Sophie ejercerá de ama de llaves sobre la caótica población del Castillo Ambulante, al tiempo que intenta desentrañar el misterio que rodea a su temido propietario.

Por suerte para Sophie, la maldición la ha vuelto más osada y desvergonzada. Al fin y al cabo ¿qué podría ocurrirle, que fuera peor de lo que ya está sufriendo? Y así vamos asistiendo a un cómico duelo de caracteres, entre la pulcra y moralista Sophie y el caprichoso e indolente mago Howl, con Calcifer y el aprendiz del mago, Michael, como sufridores testigos. De este modo descubriremos las múltiples identidades secretas del mago, su continua tendencia a ejercer de Don Juan, el miedo que está detrás de la verdadera razón para llevar el castillo de un lado a otro, y la cantidad de problemas adicionales de los que también intenta huir.

Para los que llegamos al libro después de conocer la película, son pocas las diferencias sustanciales que podemos encontrar. Sin embargo, hacia la mitad del libro se nos revela un dato sorprendente: que Howl, en realidad, proviene de un lugar muy distinto al de esos reinos de fantasía; de otro mundo, que es posible que le arranque una sonrisa a los lectores y que, a los aficionados a Gaiman como un servidor, les hará disfrutar aún más de la historia. A lo cual hay que unir las escenas en las que la propia Sophie realiza la muy peculiar forma de magia de que es capaz.

Por otra parte, la novela carece de uno de los detalles principales que da sentido a la película: el espíritu anti belicista. El Howl del libro tiene un desinterés egoísta por la guerra (que apenas tiene un papel secundario en la narración), estando mucho más centrado en rehuir las obligaciones que le supondrían participar en el conflicto y en escapar a la persecución de la Bruja del Páramo. En ese aspecto, la novela resulta más modesta; pronto vemos que las tiranteces y duelos verbales entre Sophie y Howl derivan hacia riñas propias de quienes siente algo más profundo que la amistad. Detalles que van buscando el "happy end" a esta comedia romántica en un mundo de fantasía.

En cualquier caso, y pese a esas diferencias, es fácil imaginar a algún lector del libro recomendandoselo a Miyazaki. Al fin y al cabo, y como he dicho al principio, sus trescientas páginas pueden proporcionar un muy buen rato de diversión a cualquier lector a partir de quince años. Y quien se quede con ganas de más puede probar suerte con los otros dos libros que cierran la serie: El castillo en el aire y La casa de los mil pasillos

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