jueves, 10 de diciembre de 2015

Los "Cuentos Cuánticos" (7)

Hoy toca un nuevo episodio de esta sección, en la que repaso el proceso creativo de los cuentos de Ni colorín, ni colorado. Y, aunque parezca mentira, ya casi han desfilado la mitad de ellos por aquí. En este caso, y siguiendo con la alternancia entre "epílogos" y "cuentos reubicados", vuelve a ser el turno de hablar sobre las ideas que me pasaron por la cabeza a la hora de imaginar un final menos alegre para otro cuento clásico. Así que he elegido uno de los que estoy más orgulloso: El Sastrecillo Valiente.

El camino que seguí para imaginar cómo habría sido la vida del Sastrecillo, después del final canónico, fue muy similar al del epílogo de Peter Pan: plantearme cuáles serían las consecuencias a largo plazo de sus hechos. Una idea que surgió casi de inmediato, además: en un mundo poblado por verdaderos gigantes, ¿cómo reaccionarían si alguien se dedicara a matar a los suyos? Y, si hay un relato en el libro que (en mi opinión) ejemplifique los finales trágicos de una forma más contundente, es éste.

Repasando ahora el concepto y la forma en que lo desarrollé, debería decir que lo que escribí se corresponde en parte a un western crepuscular. Al fin y al cabo tengo a un héroe que rehuye el pasado que le hizo famoso, ocultando su identidad al resto, y a un villano que llega para obligarle a empuñar de nuevo las armas. Y aunque este sastrecillo no alcanza el nivel del William Munny de Sin Perdón (una de mis películas favoritas de todos los tiempos), comparte con él bastantes cicatrices emocionales y ese "talento para matar" que los ha permitido sobrevivir tanto tiempo. Un aire trágico/melancólico que comparte, también, con el epílogo de Peter Pan; sólo que aquí no quedó hueco para un final esperanzador. Desde el mismo principio del relato estuvo teñido de sombras y, si acaso, será tarea de los lectores el imaginar al protagonista cabalgando hacia el sol poniente en el horizonte.

Aunque ya he dicho que éste es uno de mis relatos favoritos, no puedo negar que también estuvo entre los preferidos de los lectores beta. Salvo notas ortográficas o fallos menores, la única observación que me hicieron estuvo relacionada con la escena final. En esta ocasión, para sugerirme la posibilidad de extenderme en el momento del "duelo al sol" y hacer un repaso más extenso de las trágicas circunstancias en que ha ido cimentando su leyenda el héroe. Pero, por más que lo pudiera pensar, soy de la opinión de que es bueno dejar al lector que rellene los huecos con la información que se le ha dado. Así que no quise alargar un cuento que, tal y como estaba, me parecía suficientemente "redondo".

Y eso es todo lo que puedo contar. Así que os emplazo a volver la semana que viene para leer alguna anécdota sobre otro de los componentes de Ni colorín, ni colorado, y espero que animaros a pasearos por sus páginas.



Un saludo.



(Ni colorín, ni colorado se puede adquirir en formato físico o digital en Amazon. Y si vives en Madrid y prefieres echarle un ojo antes, pásate por Generación-X Carranza).



(Aquellos que vayan a leerlo, tengan en cuenta la prescripción facultativa del autor: para disfrutar los relatos, no lean más de dos al día. Igual que las bolsas de caramelos, si se lo tragan de una sentada es posible que se les empache)

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